“Dedicado a los discípulos de D.O.M. que habrían pasado ya, los 50 años de edad”. Los imborrables recuerdos de mi niñez, me indican que cada ciertos atardeceres de los años 60’. Cuando las sombras de los diferentes árboles ampliaban su frescura, y, los laboriosos panaderos anunciaban a viva voz, el pan para el lonche. En ese mismo momento por una de las anchas transversales que da acceso a la arbolada y jardines de hermosas flores de la plaza de armas de Salitral, ingresaba un pequeño auto, de color muy especial, se ubicaba como por un extraño impulso o anhelo, bajo el cobijo de la sombra de una frondosa planta de tamarindo.
Quien bajaba en compañía de su familia, era muy conocido en el pueblo. Porque varios jóvenes estudiaban en esos tiempos en el Raygada ¡pues nada menos, era el director de este colegio querecotillano! DIONISIO ORTIZ MORA. Recordado hombre, bajo de estatura, de porte grueso. Buscaba su tranquilidad en la inspirativa Plaza de Armas Salitreña, pues era profesor, poeta, periodista y dominaba el inglés a la perfección. Mi niñez inquieta, curiosa y observadora, proseguía secuencialmente todos sus movimientos, desde que bajaba con mucha firmeza del diminuto auto y con varonil cortesía le abría la puerta a su esposa, la profesora Graciela Cueva, conjuntamente con los demás miembros de su pequeña familia. Siempre se dirigía a ellos en inglés, y en estratégico momento en forma insospechosa se aislaba del pequeño grupo, mientras ellos recorrían alegremente este amplio y agradable lugar público. El se sentaba solo en una banca y observaba serenamente el horizonte, cada una de las figuras de los árboles y en especial a una añosa planta de algarrobo que existía en este parque. Era tanta la profundidad de sus pensamientos, que volvía a su entorno familiar cuando ellos terminaban de pasear y se acercaban a el. Despertándolo de su letargo inspirativo.
Quizás, sentía que la especial tranquilidad de este parque, concordaba plenamente con su corazón de poeta, sin duda era un eterno enamorado de la naturaleza, porque su imaginación daba vida poética a cada rosa, a cada clavel o cada pequeña hojita de tamarindo que cae onduladamente por el capricho del viento.
Pero su ternura de noble Cuzqueño afirma que al llegar al Chira tomó inmensa predilección, por las plantas silvestres de algarrobos, como fuerza de su inspiración. Razón por la cual compuso un hermoso poema, titulado: “Algarrobo”.
A pesar del tiempo transcurrido, el verdadero ejemplo de vocación de servicio y profesionalismo de Dionisio Ortiz M. aún pervive en Querecotillo. Intelectual que tenía una hoja de vida magisterialmente excelente: egresado de la U. San Marcos, Del Instituto Cultural Peruano – Norteamericano, Becado para perfeccionarse en inglés en la U. de Texas (EE.UU.). Al regresar al Perú trabaja como docente de Literatura en el emblemático colegio Carlos Agusto Salaverry de Sullana y de inmediato como director del colegio “Gral. José María Raygada Gallo” de Querecotillo donde realizó una encomiable labor, que la institución educativa del caserío de Pilares lleva su Nombre. Le gustaba resolver las situaciones engorrosas con mucha tranquilidad, buscando la paz y la armonía y si era posible, el daba aparentemente la razón al contrario, con una frase que lo caracterizaba: “… eso sí” - entonces Dionisio Ortiz, es un gran ejemplo perpetuo de docencia que fortalece la paz y bienestar colectivo y anula la negativa, cavernaria o salvaje pandillerismo que poco a poco trata de empañar nuestros pueblos… –
Quien bajaba en compañía de su familia, era muy conocido en el pueblo. Porque varios jóvenes estudiaban en esos tiempos en el Raygada ¡pues nada menos, era el director de este colegio querecotillano! DIONISIO ORTIZ MORA. Recordado hombre, bajo de estatura, de porte grueso. Buscaba su tranquilidad en la inspirativa Plaza de Armas Salitreña, pues era profesor, poeta, periodista y dominaba el inglés a la perfección. Mi niñez inquieta, curiosa y observadora, proseguía secuencialmente todos sus movimientos, desde que bajaba con mucha firmeza del diminuto auto y con varonil cortesía le abría la puerta a su esposa, la profesora Graciela Cueva, conjuntamente con los demás miembros de su pequeña familia. Siempre se dirigía a ellos en inglés, y en estratégico momento en forma insospechosa se aislaba del pequeño grupo, mientras ellos recorrían alegremente este amplio y agradable lugar público. El se sentaba solo en una banca y observaba serenamente el horizonte, cada una de las figuras de los árboles y en especial a una añosa planta de algarrobo que existía en este parque. Era tanta la profundidad de sus pensamientos, que volvía a su entorno familiar cuando ellos terminaban de pasear y se acercaban a el. Despertándolo de su letargo inspirativo.
Quizás, sentía que la especial tranquilidad de este parque, concordaba plenamente con su corazón de poeta, sin duda era un eterno enamorado de la naturaleza, porque su imaginación daba vida poética a cada rosa, a cada clavel o cada pequeña hojita de tamarindo que cae onduladamente por el capricho del viento.
Pero su ternura de noble Cuzqueño afirma que al llegar al Chira tomó inmensa predilección, por las plantas silvestres de algarrobos, como fuerza de su inspiración. Razón por la cual compuso un hermoso poema, titulado: “Algarrobo”.
A pesar del tiempo transcurrido, el verdadero ejemplo de vocación de servicio y profesionalismo de Dionisio Ortiz M. aún pervive en Querecotillo. Intelectual que tenía una hoja de vida magisterialmente excelente: egresado de la U. San Marcos, Del Instituto Cultural Peruano – Norteamericano, Becado para perfeccionarse en inglés en la U. de Texas (EE.UU.). Al regresar al Perú trabaja como docente de Literatura en el emblemático colegio Carlos Agusto Salaverry de Sullana y de inmediato como director del colegio “Gral. José María Raygada Gallo” de Querecotillo donde realizó una encomiable labor, que la institución educativa del caserío de Pilares lleva su Nombre. Le gustaba resolver las situaciones engorrosas con mucha tranquilidad, buscando la paz y la armonía y si era posible, el daba aparentemente la razón al contrario, con una frase que lo caracterizaba: “… eso sí” - entonces Dionisio Ortiz, es un gran ejemplo perpetuo de docencia que fortalece la paz y bienestar colectivo y anula la negativa, cavernaria o salvaje pandillerismo que poco a poco trata de empañar nuestros pueblos… –
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